8 de marzo
Nada. Desde que empecé a escribir que no sucede nada. Duermo profundamente y mi día transcurre sin inconvenientes, sin Tiempo Perdido, sin la mirada perpleja de mis compañeros de laburo. Trabajo en una oficina de 9 a 17 hs. Aunque soy contador, básicamente mi trabajo es completar y revisar planillas en la pc. Un niño (o un mono) podría hacerlo si quisiera, aunque no veo por qué querría.
En los ratos libres jugaba al solitario, ahora escribo este diario. No tengo facebook.
Algunas de las primeras Cosas Inquietantes sucedieron aquí, frente a la computadora. LLenaba las planillas y cuando las miraba con atención descubría números y símbolos sin sentido. O en medio de una conversación me daba cuenta que estaba hablando, pero no sabía exactamente qué estaba diciendo. Era como verme desde una distancia equivocada, no desde mí, aunque tampoco desde afuera, sino más bien superpuesto a mi mismo. Si no lo vivieron (supongo que no) dudo que puedan entenderlo.
La gente de la oficina (somos cinco) se empezó a dar cuenta de mis lagunas. Lagunas de colores extraños, lagunas frías. Me daba cuenta por sus miradas, sus gestos escondidos, sus chistes privados. No les hacía caso, pero me empezaba a preocupar: creía que me estaba volviendo loco.
Locura.
Una respuesta simple para una situación incomprensible. La tranquilidad de ponerme en el bando de los locos y quitarme del medio: no es mi culpa, estoy loco, no puedo evitarlo.
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